Parte
chileno, parte peruano y ahora también parte mexicano, este enólogo llegó a
nuestro país para quedarse. Vino a México como parte de un proceso de selección
de Domecq, en 2000, tras lo que se quedó con el puesto y de la mano de asesores
de talla mundial, se encargó de llevar a la gran casa productora en una
búsqueda seria por la calidad: desde el viñedo hasta la botella.
El valle
de Guadalupe le abrió los ojos y la mente a variedades y complejidades a las
que no se había enfrentado, y de allí nació su rebeldía.
Después de conocer e
implementar estrictos procesos de control de calidad, este autoproclamado nerd crea la etiqueta ICARO, magnífico
exponente de la viticultura nacional.
Ícaro
quiere volar cerca del sol y lo hace desafiando incluso su propia
supervivencia, sólo para encontrar que es humano al fin. En Ícaro José Luis
vierte sus ímpetus y deseos de lograr el vino perfecto, de acuerdo a la
realidad que le presenta cada añada; y comienza así un proyecto de exploración
de los valles bajacalifornianos, cristalizado en productos realmente
sorprendentes como MarElla, Enzo, Enzo lado B, Otello, COCO, 15 líneas, Mirlo,
Marcel, Equus Norte 32 y PLANETA
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